El hospital de Atalaya: emblema de la estrategia de salud intercultural de Perú

Es el único hospital intercultural de Perú, está en la región amazónica de Ucayali y atiende a 60.000 personas de cinco etnias originarias. La estrategia peruana de establecimientos de salud con pertenencia cultural implica el cumplimiento de 26 requisitos, entre ellos, dos metodologías de la OPS: los diálogos culturales y el parto culturalmente seguro. Además del hospital, en Perú hay también 271 establecimientos de salud interculturales.

Atalaya, Perú; Washington, D.C., 27 de octubre de 2025 ― En junio de 2023, cuando la estrategia nacional de Perú sobre salud intercultural cumplía 25 meses, se produjo un punto de inflexión: la inauguración del primer y hasta ahora único hospital intercultural del país, uno de los emblemas de dicha estrategia. Se trata del hospital de Atalaya, una ciudad del departamento amazónico de Ucayali, en el centro oriental del país. Da cobertura a 60.000 personas de 240 comunidades nativas de cinco etnias originarias, sobre todo Asháninkas, pero también Shipibo-CoriboAshéninkaYine y Matsigenka. A simple vista, es un hospital como otros, cuenta con consultorios externos, 32 camas de hospitalización, sala de operaciones, un centro obstétrico, emergencia las 24 horas del día, entre otros servicios. Lo que lo diferencia de otros es su adaptación cultural: a través de los diálogos interculturales y la participación con las comunidades nativas, sus servicios están adaptados a las comunidades locales: la señalética en idiomas originarios, el parto vertical incluido, el sabio indígena desempeña un rol y acompaña a los pacientes, la medicina tradicional y ancestral está incorporada, el hospital dispone de un biohuerto, y el personal médico y de enfermería está específicamente formado en interculturalidad. La estrategia nacional de salud intercultural de Perú cuenta con la asistencia técnica de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

“Antes teníamos todo eso en descuido. No teníamos un trato diferenciado para la población indígena. Es más, cuando venían las pacientes habiendo tomado una infusión de piripiri u otra planta medicinal, incluso se les llamaba la atención”, recuerda el director del centro, Juan José Pagán Atencio, que añade: “No teníamos ese enlace con las parteras, ni con los sabios ancestrales, con los hueseros, con las sobadoras. Ahora todos ellos son parte de nuestro equipo de trabajo y eso hace que la población indígena tenga mayor confianza y vengan a nuestro hospital”.

La confianza es el resultado clave. Y eso se traduce en resultados de salud y grados de cobertura positivos. El hospital de Atalaya forma parte de un mapa que se completa con los 271 centros de salud intercultural que hay repartidos por todo el país. Aunque esta estrategia peruana comenzó en marzo de 2019 con la aprobación de una directiva administrativa, hasta 2023 se había logrado avanzar muy poco. Pero ese año todo cambió. Se abrió el hospital de Atalaya, a lo que se añadieron dos decretos del Ministerio de Salud para reforzar el programa (uno 2023 y otro en 2024). El país pasó de tener 29 centros interculturales en 2022 y 32 en 2023, a terminar 2024 con 61 y alcanzar un total de 272 en 2025.

“En 2022, el sistema de salud apenas llegaba a medio millón de personas atendidas pertenecientes a población indígena originaria. Sin embargo, en 2024 cerramos el año con más de un millón”, explica Edén Galán Rodas, director ejecutivo de la Dirección de Pueblos Indígenas u Originarios del Ministerio de Salud. “Y si hablamos de atenciones con el paquete integral, mientras que en 2022 apenas había seis millones de atenciones, para el cierre del 2024 superamos los 8 millones, y ese mismo resultado esperamos tener en este año 2025”, celebra.

Este plano general se confirma en el plano detalle que se obtiene en el hospital de Atalaya. En este centro, “en el tema de partos, por ejemplo, manejábamos 30 o 35 a nivel mensual. Ahora, desde que hemos abierto todos estos servicios de medicina ancestral, estamos bordeando casi 70 partos”, dice Pagán Atencio, que confirma que en el hospital de Atalaya no se ha producido ningún fallecimiento por este motivo. La adaptación cultural de los centros está resultando clave. “Anteriormente, llegar a los establecimientos de salud generaba rechazo, desconfianza, porque no sentían que en ese establecimiento iban a ser escuchados o atendidos según sus costumbres y su cosmovisión”, explica Galán Rodas.

Sabios ancestrales, medicina tradicional

“Al principio tuvimos un choque muy fuerte porque nosotros queríamos que nos atiendan en nuestras lenguas originarias a los que venimos de las comunidades. Este hospital está atendiendo más de cinco departamentos [personas] de todas las comunidades, yo como Asháninka, y mis compañeras de todas las etnias hemos hecho que nuestros hermanos, nuestra gente, confíe de nuevo en el hospital y venga acá atenderse”, dice Jane Rondón del Águila, sabia ancestral en el hospital de Atalaya.

“Soy terapeuta amazónica. Hago las terapias y todo lo que es de plantas medicinales. Estoy al servicio de este hospital y de todo el mundo que desee que yo le pueda ayudar a sanar”, explica. Para suministrar las terapias de plantas medicinales, Jane puede contar con el biohuerto o jardín botánico que hay en el centro. “Nosotros empleamos estas plantas que ven acá, son medicina de nuestros antepasados. En las comunidades utilizamos bastante estas plantas para poder curarnos los males que tenemos”, explica.

Entre los productos que Jane usa del biohuerto están la hoja de coca, plátano, yuca, copaiba, la hoja de achiote “para la presión alta y el azúcar”, el matico, que se usa “cuando se produce una inflamación y se hincha, se infecta [esa zona], entonces cogemos esa planta, le echamos limón, sal, hacemos hervir y la lavamos en dos o tres lavadas, y ya no hay infección”, también está la guayaba, “que buena para la disentería, que es como nosotros le llamamos a la diarrea con sangre y flema”, también hay “un plátano regional de acá, de Atalaya, Ucayali, nosotros cortamos ese tallo, cavamos y el agua que brota toda la noche la sacamos para curarnos de la gastritis”.

Jane trabaja coordinada con el resto de servicios del hospital, por eso, “cuando veo que es [un caso] extremo, cuando ya no da mi capacidad y me doy cuenta de que no están funcionando las plantas medicinales, inmediatamente voy a pedir ayuda a un doctor, para que mande hacer análisis o sacar una placa para poder solucionar. Eso es lo que hacemos cuando mi capacidad como como sabia ancestral no da más”.

Asistencia técnica de la OPS

Para que un establecimiento de salud en Perú obtenga la acreditación de pertinencia cultural, debe cumplir 26 criterios establecidos en la estrategia nacional de salud intercultural. De ellos, dos están directamente vinculados a la asistencia técnica de la OPS: los diálogos interculturales y el parto culturalmente seguro; ambas, metodologías desarrolladas por la organización. “Los diálogos de saberes es una herramienta muy valiosa para todas las intervenciones que nosotros desarrollamos en el Ministerio de Salud”, reconoce Galán Rodas.

“Los diálogos interculturales se han constituido como una herramienta clave para precisamente promover la salud intercultural, porque no solo facilitan el comprender desde el escenario de aprendizaje mutuo”, afirma Sandra del Pino, asesora de diversidad cultural de la OPS. “Primero, se distinguen dos escenarios en los diálogos interculturales: un escenario de aprendizaje mutuo donde esos dos saberes pueden llegar a entender o a comprender qué piensa cada uno. Y el segundo es de planificación participativa. Cuando por fin, después de muchos diálogos interculturales, se puede pasar a una acción donde la comunidad tiene un rol protagónico desde el inicio. Un ejemplo de esto es un hospital intercultural como el de Atalaya, donde a raíz de una serie de diálogos interculturales, los servicios se han adecuado, pero se complementan y se articulan los dos saberes”.

Además de estos dos criterios, la estrategia nacional de Perú contiene otros como que el personal de salud esté capacitado en salud intercultural, que un porcentaje importante de ese personal de salud hable una lengua originaria de las comunidades, que haya señalética en dicho idioma en el establecimiento, la articulación de las acciones de salud con las autoridades y los líderes locales, entre otros.

Un capítulo propio merece la incorporación del parto vertical, el tipo de parto tradicional de la tradición indígena, frente al parto horizontal, vinculado con el enfoque biomédico de la medicina occidental. En la implementación del parto vertical en los centros de salud interculturales, el centro promueve otros elementos, además del acompañamiento de la gestante, “vamos integrando también a las parteras, a los sabios, implementamos el biohuerto con plantas medicinales, mediante una farmacopea que nos permita diferenciar qué plantas tienen evidencia científica para el uso en las diferentes patologías, fortalecemos competencias no solamente en el personal de salud, sino también los agentes comunitarios y los líderes de la comunidad que quieren involucrarse también con esta tarea. Y todo esto se hace en un entorno de participación ciudadana”, explica Galán Rodas.

En el hospital de Atalaya, con la implementación de todo este programa, “prácticamente se ha duplicado la atención”, asegura su director, Juan José Pagán Atencio, que indica que aproximadamente el 10% de los partos totales del hospital son ahora de población indígena. “Y, además, los identificamos y les hacemos un seguimiento con la clave intercultural, para lo que hemos creado la Oficina de Coordinación de Pueblos Indígenas, donde el paciente indígena es identificado de su ingreso y estamos pendientes de todo lo que pueda suceder con él y todo el plan de trabajo que hagan los médicos con él hasta cuando se le da de alta, cuando también se va hasta su comunidad para su cita de control”, añade. “Yo creo que todo eso va a asegurar que la población de nuestra provincia, Atalaya, tenga pues la seguridad y más confianza en venir a nuestro hospital intercultural”, subraya.

“Antes no venía, no confiaba”

Pagán Atencio lleva casi 20 años trabajando en la zona de Ucayali y ya se siente parte de ella. En este tiempo, han podido ver “cuánta gente y cuánta población indígena ha sufrido, ha fallecido. Tenemos población en extrema pobreza, con mucha dispersión”, dice. “Darles esa oportunidad de abrir las puertas y darles un trato diferenciado como ellos se merecen, yo creo que es lo más importante. Es una alegría para nosotros”, se felicita, “que cada vez vengan más aquí en nuestro hospital”.

Una de esas usuarias es Teresita Isabel Díaz Pirichico, de la comunidad Chochoquiari, etnia Ashéninka, “a ocho horas de camino, vine con carro, hay que trajinar bien feo en la carretera”, dice. Según cuenta, “antes no había hospital, había un puesto de salud. Yo no venía, no confiaba para nada. Ahora sí, si vienes con una picadura, ellos te sanan. Tampoco había antes medicamentos para algunas enfermedades y ahora sí, y doctores de especialidades”, resalta.

Teresita está hoy en el hospital por su hijo. “Es sordomudo. Yo quiero que haga su tratamiento y que le den un aparato para que escuche. Y tengo otro hijo que tiene una herida que nunca sana”, cuenta. Sus dos primeros hijos, dice, nacieron en su casa, con parto vertical, “mi esposo me agarraba por detrás en las caderas para empujar, nada más. Pero mi tercer y cuarto hijos ya nacieron en el hospital, y fue mucho mejor. Con el cuarto me hicieron la cesárea y lo salvaron, porque estaba a punto de morir. Ahora tiene 17 años, tiene sus estudios de secundaria, está a salvo”.

FUENTE : OPS

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